Historia de Terror

La brisa del viento agitaba las hojas del parque que se encuentra a la salida del instituto, eran las 20 horas, del día 1 de noviembre, ya estaba anocheciendo. Allí se encontraba una pandilla de amigos:  José, María, Toni,  Víctor, Ana, Inés, Sara y Alejandro. No tenían nada mejor que hacer, así que decidieron entrar al instituto un día de fiesta. No tenían en cuenta que en aquel instituto, aparentemente nuevo, se encontraba el antiguo manicomio infantil. Voltearon la valla y se encontraron con el patio, nada extraño por allí.

-Me voy  a beber agua- dijo Ana

-Vale- contestaron todos al unísono.

Pasaron los minutos, y Ana no volvía, así que se pusieron a buscarla. Dirigiéndose hacía la fuente escucharon unos pasos, creyendo que era Ana que volvía se giraron, pero allí no había nada. Siguieron su camino, hasta que se percataron de que la puerta estaba abierta.

-Yo creo que Ana ha ido al aseo- dijo Inés

-Es probable- dijo Alejandro

-Pero si ha dicho que iba a beber agua- dijo José- no creo que haya ido al aseo.

Comenzaron a discutir todos, excepto Sara que escuchaba en su cabeza como Ana la llamaba, así que Sara como hipnotizada se encaminó hacía aquel edificio, blanco como la cal, abrió la puerta y subió las escaleras.

El resto no se había dado cuenta de que Sara se había esfumado,  hasta que se dio cuenta Inés.

-Chicos. ¿Sara ha donde ha ido?

-Pero si  Sara no se ha ido a ningún sitio- apuntó incorrectamente Toni-Lo habría dicho, creo.

-Pues entonces dime donde está.

Todos los que quedaban,  cada vez más asustados, hicieron una piña y empezaron a hablar:

-No debemos de separarnos más- dijo María.

-Pues yo creo que debemos de ir a buscar a Ana y a Sara- dijo Toni.

-Discutamos dentro, que yo empiezo a tener frío- señaló Alejandro

Entraron, y la calefacción estaba puesta, pero allí no había nadie. Eran las 21 e Inés y Toni tuvieron una mágica idea, casualmente a la vez.

-¿Porqué no les llamamos?-Dijeron ambos.

-Muy buena idea- dijo José- Yo lo haré.

Llamó en primer lugar a la primera desaparecida, era el turno de Ana. José puso el altavoz y se escuchó: “El número al que usted llama, está apagado o fuera de cobertura en este momento, por favor inténtelo de nuevo más tarde”

Todos empezaron a reírse, ya que tenían miedo, y eso les hizo gracia. Esperaron dos minutos y José decidió llamar a Sara. Volvió a poner el altavoz y se escuchó una  voz de un niño, el niño dijo:

-Fuera de aquí, o os pasará como a todos los que estaban aquí- y el niño rió de una manera maquiavélica-  Muajajajajaja.

Toni, había oído esa voz antes, le sonaba, y le recordó al niño que narra los textos en el Cd de la maestra de lengua. No podía ser casualidad, recordó que el libro de la maestra estaba en el departamento, el cual sabía donde estaba de memoria. Así que fue a buscarlo para saber quien era ese niño, se fue, y no dijo nada.

Eran las 22; ahora, el grupo de amigos tenía calor, así que se fue a los vestuarios del gimnasio a quitarse las chaquetas. Una vez allí, Alejandro se dio cuenta de que faltaba un chico, y se puso a contar, estaba la chaqueta grande, la de José, también estaba la suya y la negra de Víctor, faltaba la verde de Toni. Alejandro pegó un pequeño chillido, que alarmó a sus compañeros, que fueron a ver lo que le ocurría.

-Falta Toni- dijo Alejandro, susurrando, pues estaba acongojado.

Hicieron lo mismo que con las otras dos desaparecidas y le llamaron; oyeron la canción de llamada del móvil de Toni, y lo buscaron. Encontraron el móvil en el pasillo superior, en la parte de las clases. La clase de 3ºC estaba abierta, nunca antes habían entrado a esa aula; José por desgracia fue el primero. Pues le cayó una silla en la cabeza, silla que había aparecido de la nada, pues el aula estaba vacía.

Intentaron reanimarle, pero no lo consiguieron, José había muerto. Estuvieron llorando durante 20 minutos, y por fin Víctor tomó la palabra.

-Larguémonos-dijo- El niño ese ya nos ha avisado, tengo miedo. Pues no sabemos nada ni de  Ana, ni de Sara, ni de Toni y José está muerto. Vamos a llamar a la policía.

Cuando fueron a sacar los móviles se percataron, de que nadie los llevaba, se los habían robado; Pero, ¿quién? Salieron de aquella maldita aula y se encontraron con una silueta blanca, cargando con un cuerpo, ese cuerpo, parecía Toni.

Siguieron la silueta, con mucha cautela, pues tenían pánico de que les pasase como a Toni y a José. La silueta acabó su trayecto en el aula de música, antes de entrar se escuchó una flauta de pan de Sudamérica, que ellos supiesen en el instituto no había ese instrumento. Cuando dieron las 23 se dispusieron a entrar, Alejandro y Víctor en primer lugar, Inés y María detrás de ellos. Allí se encontraron a un niño, sin pelo, con una túnica blanca, y con la piel muy blanquecida, y le faltaba una oreja, dentro del aula no habían mesas, ni sillas, ni pizarra, solo estaban los cuatro cuerpos en el suelo; ¡El cuerpo de José había llegado allí mágicamente!

Los supervivientes salieron corriendo de allí como nunca antes lo habían hecho. Por suerte, tenían el cuartel de la guardia civil en la calle de arriba. Entraron y denunciaron las cuatro muertes. Cuando llegaron los policías, encendieron las luces y apagaron la calefacción. En la entrada encontraron los ocho móviles perdidos y en el aula de música estaba todo ordenado, la pizarra, las mesas y las sillas, pero algo raro había en esa sala, los cuatro cuerpos estaban sentados, pero muertos, el cuerpo de Ana tenía clavado un cuchillo en el estómago, a Sara se le encontró sin cuello, a Toni, con una bala en la frente, y  José con el traumatismo en la cabeza. Los policías que fueron dijeron que en aquel instituto habitaba un fantasma que solo aparece el 1 de noviembre, se llamaba Luis López Bernabé, no tenía familia y vivía en el antiguo manicomio infantil.

Y entonces me desperté de aquella pesadilla, tenía 40 de fiebre y era 1 de noviembre, hoy no pienso acercarme al instituto.